Matrimonio tradicional
Lo original
de éste siempre importante acontecimiento radica en el hecho de que el
matrimonio religioso y el tradicional se realizaron al mismo tiempo. Lo normal
no suele ser así, en general primero se hace el matrimonio tradicional y,
bastante más tarde, varios años incluso, el religioso.
Lo que a mí
me tocó vivir fue fantástico. Ya el día anterior, al pasar por allí, en mi
quincenal visita a la comunidad de Boro (50 kms y hora y media de viaje), obsevé
que la cosa iba a ir muy en serio, pues estaban fijando, junto al viejo y
pequeño templo, unos cuantos maderos para sujetar unas lonas que pudieran
abrigar mucha gente y protejerlas de los duros rayos solares. Y así fue. Todo a
mi llegada, al día siguiente, estaba preparado : un buen tenderete, el altar
con su alfombra de plástico, numerosos bancos, sillas y hasta dos buenos sofás
para albergar a los novios y sus padrinos.
Igual que
en España, la novia llegó algo tarde a la cita. Bueno, eso según nuestra mentalidad
o, al menos, la mía. Sin embargo todo estaba bien justificado. La novia venía
del pueblo vecino de Bwâri, uno de los más grandes que servimos. Y, claro, el
trayecto se hizo a la manera tradicional, sin prisa, con las paradas
correspondientes, todo al son de las viejas, verdaderas jefas de un organizado
cortejo. La distancia entre los pueblos es de 15 kms. Salieron de Bwâri antes
de las ocho de la mañana, y llegaron a Wâraru poco antes de las once. Allí
donde decían las viejas, había que pararse, y venga la música y las danzas y cantos tradicionales. Venían en motos y en
un camión con unas cien personas.
La llegada
a Wâraru fue apoteósica, una verdadera explosión de júbilo al asistir al
deseado encuentro entre el novio y la novia. Ellos con rostro serio, el de ella
cubierto con un velo blanco como manda la tradición, sin embargo el resto, una
buena porción de gente, rompió en una algarabía, donde los tambores emergieron
con toda la fuerza y vida que llevan dentro.
Vino
después la celebración religiosa. Qué os voy a decir, la esencial es lo que se
hace en todos los matrimonios cristianos, pero…, aquí no es igual. Cada paso
importante hay que vivirlo y celebrarlo profundamente. No hay lugar para la
monotonía, la rutina o el aburrimiento. Hay que cantar, todos, no sólo el coro,
los aplausos suenan de forma repatida, y la danza, donde hasta el que preside
no puede resistir la tentación de hundirse en ella. Y esos dulces gritos de las
mujeres que salen de sus gargantas bajo la batuta maestra de sus lenguas. Os cuelgo algunas fotos y un vídeo muy casero
para que os hagáis una idea.
Tras la celebración
religiosa, acompañamos a los novios a su nuevo hogar, con los corazones muy
anchos y los cuerpos agitados por un ambiente musical único. Y más tarde, la
comida que naturalmente no puede faltar. Mucha pasta de maíz, de sorgo, de
mandioca, y sobre todo el gran sokuru, la reina de las pastas, una especie de
puré muy espero, hecho del iñame, el tubérculo gigante que se cultiva por estas
tierras. La falta de sabor la suplen con creces unas deliciosas salsas, casi
siempre muy picantes, y en los días de fiesta acompañadas con trozos de carne
de cerdo para poner a prueba las dentaduras, endodoncias y eso nuevo de ahora
que atornillan a los huesos. Menos mal qu en los días grandes no puede faltar
el pollo, especialmente para los invitados más distinguidos, entre los que,
gracias a Dios, se encuentra el `monpè´, el padre.
Bueno, todo
eso es lo que yo presencié. En mi relato falta el antes y el después de los
novios que os cuento muy brevemente.
Dejo de
lado la búsqueda o el don de la novia al futuro esposo, el pacto tradicional de
las familias, sellado con una simbólica comida, donde la protagonista es un
fruto llamado cola, los regalos a la novio, vestidos ajuares, et.. y otras
muchas cosas. Me centro en los días anteriores al acontecimiento principal. El matrimonio
(Kuro Kpaaru) suele hacerse el sábado, pero ya desde el jueves la novia,
especialmente, debe recogerse y centrase bien el acontecimieto que le espero.
Siempre está acompañada por su amiga más íntimas, y las viejas de la casa se
encargan de los lavados rituales, acompañados de contos y danzas tradicionales.
Antes de salir de su casa se le obsequia con dinero y otros regalos, y después
se prepara el cortejo, ya el sábado por la mañana. La novia irá bien acompañada
por sus amigas, las viejas, otros muchos invitados y todos sus ajuares y paños.
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