Ya
hace mucho tiempo que no entro en contacto con vosotros, queridos amigos y
colaboradores, a través de este medio. Podría enumerar una retahíla de razones
que sonarían a excusas, prefiero no
hacerlo. Lo mejor es que, por fin, recuperamos nuestra comunicación. Por mi
parte, os pido perdón por haber incumplido mi compromiso. Cuento con él y con
vuestra comprensión.
Tengo que comenzar expresando todo
mi reconocimiento y reafirmando mi amistad con todos aquellos con quienes me
encontré durante las pasadas vacaciones. La buena gente de las parroquias de
Rivadedeva, siempre fieles e inigualables servidores de nuestra misión; los
hermanos compañeros de los lunes de Gijón y sus parroquias, amigos entrañables
y gran sostén de nuestro espíritu misionero; la buena gente de Laviana y
Villoria, con Víctor y César al frente, acogedores donde los haya; el grupo S.
Pablo de Oviedo, cuya amistad permanece y se acrecienta día a día gracias a
esta empresa común; la parroquia de Blimea, que nunca falla; Las Hermanas y los
Ancianos del Naranco, que año tras año nos brindan el placer de pasar un buen
rato con ellos; el grupo de Misiones de Pola de Siero, entre los que no a lugar
para el desánimo; mi parroquia de Fuentecén, quien, además de buenas chuletas y
mejor vino, posee otros mucho valores; y tantos y tantos amigos de Asturias, de
Sevilla, Ciudad Real, Alcalá de Henares, etc. Con todos, deseo que nuestra
solidaridad y compromiso a favor de los empobrecidos de la tierra crezca y se
haga cada vez más fuerte.
No voy a empezar abordando un tema
en concreto, sino sólo contaros algo de lo que vivimos en este momento.

Otro acontecimiento que marca estos
nuestras vidas, mezcla de algo de esperanza (si aún queda) y mucho más miedo a
lo que pueda venir después, son las elecciones parlamentarias y comunales. Con
ausencia total de conciencia política (como en España), la gente se deja
fácilmente engañar por los unos y los otros que prometen y prometen lo que
nunca han hecho ni harán. Gente bien pagada recorre barrios y pueblos con
slóganes y gritos, dicho sea de paso, nada originales. Estos adláteres preparan
el camino al “gran rey que vendrá después” con sus sonatas persuasivas y un
puñado de dinero que se repartirá después como su dios manda, primero para
nosotros os grandes del lugar, luego para nuestros ayudantes y, si queda algo,
para el humpen, algo menos de un euro, si hay suerte. Lo peor de lo peor son los
recursos repetidos a temas tan serios como el regionalismo o el tema étnico o
religioso.
Y nosotros en medio de todo eso,
celebrando nuestra Pascua, Pascua de Resurrección y Vida, que no necesita de
propagandas y slóganes publicitarios sino de vida compartida y grandes deseos
de construir juntos, impulsados por el que todo lo puede, un mundo más justo,
más servicial, un mundo de hijos y hermanos. Seguimos disfrutando año tras año de
nuevos cristianos adultos, jóvenes y niños que se apuntan, con el sello de su
bautismo, al camino de la vida que surgió de la sangre un Crucificado, en quien
mucho reconocemos el Hijo del Dios vivo, Señor del la Historia, Misericordia y
Justicia para los náufragos y ahogados por la Injusticia de un mundo que sólo
cree en la buena vida y lo que nos satisface de la cintura para abajo. Hasta
pronto. En serio. Alejandro